Llevarse bien con todo el mundo es muy difícil. Por ejemplo, yo no podría llevarme bien con un consumista que no piensa más que en comprarse trapos o cosas inútiles todos los días. Tampoco me llevaría bien con una persona que no hace más que asistir a cumpleaños y festejos en los que charlar y charlar con los vecinos de naderías. Ya no me gustan las celebraciones. No me gustan las personas que no guardan el decoro necesario ante los demás. Las personas excéntricas me descentran.
Hay otras personas que se llevan mal conmigo, como esas que se cambian de acera cuando voy a pasar yo. Son vecinas que guardan viejos rencores o son simplemente estúpidas y altaneras.
No me gusta la gente que no habla más que de sí misma. Exageran sus cosas como si no hubiera otra cosa y a mí no me dejan decir nada porque para ellas, lo mío les trae sin cuidado.
Yo me tomo un café sin abrir la boca más que para ingerir el alimento; luego, los demás pueden decir misa.
Si no te gusta la sociedad es porque está verdaderamente mal.
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