Esta mañana, después de desayunar, he sentido angustia. Parece que todo el mundo ha sufrido angustia alguna vez pues la vida nos castiga con situaciones que llamamos precisamente así: angustiosas. Sufrir angustia porque el perro de uno se haya atragantado con un hueso me hace reír. Sentir angustia como yo la siento por una enfermedad mental que padezco, me hace pensar rápidamente en cómo amortiguarla y no sufrir excesivamente. Entonces he ido con las manos sudadas y un desconcierto grande de mi ser a comprar el periódico y en casa, he estado venga leer para ver si remitía tal angustia o ansiedad.
Luego he cocinado una tortilla de patatas. Me ha supuesto un triunfo ponerme a hacerla, una lucha contra mí mismo, pero al final, me he puesto a cortar cebolla y cortar patatas y la he hecho, y mi angustia ha cesado por un tiempo. Luego ha vuelto a aparecer por la tarde.
Y, para matar esa sensación nerviosa tan mala de vivir, me he vuelto a enfrascar en lecturas, una tras otra para olvidarme de mi ser, de mi enfermedad y de mi nerviosismo.
Ser un enfermo mental no supone ponerse a gritar en medio de la calle que eres Napoleón, sino de saber enfrentar momentos de estos de depresión, angustia, ansiedad u otro padecimiento de los nervios.
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