jueves, 24 de septiembre de 2020

 Dije que para después del verano seguiría comentando piezas poéticas de poetas de mi antología que va de 1936 a 1975. Voy a comentar un soneto de Carlos Bousoño, que fue un teórico de la poesía de estas generaciones además de ser poeta él también.

El poema se llama     CRISTO ADOLESCENTE.


Oh Jesús, te contemplo aún niño, adolescente.

Niño rubio dorándose en luz de Palestina.

Niño que pone rubia la mañana luciente

cuando busca los campos su mirada divina.


En el misterio a veces hondamente se hundía

mirando las estrellas donde su Padre estaba.

Un chorro de luz tenue al cielo se vertía,

al cielo inacabable que en luz se desplegaba.


Otras veces al mundo mirabas. De la mano 

de tu Madre pasabas con gracia y alegría.

Pasabas por los bosques como un claror liviano,

por los bosques oscuros donde tu Cruz crecía.

(....)

No escribo el último cuarteto porque estos tres que he escrito nos dan el tono de la poesía. Es el rememorar la vida de Cristo de un modo repetitivo en torno a una palabra: luz. Cristo es la luz que alumbraba el mundo mientras crecía Él mismo y su Cruz.

Bosques oscuros: es la oscuridad del bosque donde está la Cruz, la que se enfrenta a la luz de Jesús en su adolescencia curiosa; Dios Padre espera que Cristo se acoja a esa cruz.

No es un poema religioso, como si se tratara de una oración, pero sí es una evocación muy bonita de la adolescencia que tuvo Jesús. En los evangelios no se habla de la vida anterior de Jesús en profundidad, solo hay unos detalles. En este poema todo es suave, simbólico, evocado.

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