Por aquí apenas llueve. Mucho nubarrón negro, negrísimo y mucho viento pero no cae ni una gota. Le cuesta al cielo muchísimo llover. Este verano he hablado de Bravo Murillo, ministro de Isabel II, con un señor ya jubilado y me dijo que agua hay de sobra para Madrid entre lo que hizo este ministro (canal) y lo que hizo Franco (pantanos).
Tengo pendiente hablar del segundo poema de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y pronto hablaré de él. No es muy agradable hablar de muertos que se pudren en vida y por eso parece que se demora el comentario. Veremos.
Me obsesiono con algunos familiares porque estos familiares se han portado mal, de través y de malas formas pero bueno, ya iremos olvidando hasta que monten otro sainete, muy propio de ellos. Es que mi hermana no sabe qué hacer si no inventa algún truco de magia en el que nos incluye a mi hermano y a mí.
Hoy me he levantado pronto por una pesadilla muy fea que he tenido. Me he tomado café en una cafetería que abre pronto y luego me he vuelto a tumbar a oír el rollo ese del debate. No es debate. Lo que va a haber es "de wáter".
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