Además, la característica del bipolar es estar con un bajón anímico durante un tiempo para luego remontar y estar medio eufórico durante otra temporada. Cuando yo estoy de bajón anímico se me figuran todos los males posibles y mi mente sufre.
Luego, todos esos fantasmas, que son absurdos mirados a la luz de la lógica (aunque algunos sí tienen su fundamento por comportamientos ajenos malos o situaciones que se crean que me dañan y no olvido), se esfuman si son eso: ilógicos. Y ya vuelvo a funcionar con normalidad.
Pero siempre se da esta pauta: que mi mente fabrica figuraciones absurdas ya sea en el sentido negativo o positivo.
Por eso, los enfermos mentales estamos siempre con un pie cojo en el estado anímico de la metáfora o no estamos centrados del todo.
Por eso tomamos pastillas de todos los colores: para la ansiedad, para dormir, para estabilizar el ánimo...
A veces, la gente del entorno del enfermo mental se cree que ese enfermo mental es normal. Pero no. Es aparentemente normal. Nunca es normal del todo. Y hay que comprenderle un poco y saber que está enfermo, ya que la enfermedad es crónica y nunca se cura uno del todo. Un poco de comprensión y paciencia no está mal a la hora de convivir con un enfermo mental, aunque parezca normalizado.
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