Me levanto y procuro no fumar, bebo agua en su lugar, doy vueltas por la casa, escribo esto. Ayer leí por encima la historia que estoy escribiendo, "El mendigo". Menuda desilusión. No me gusta nada. Me parece un rollo. Habrá que modificar cosas de ella para que mejore. Ayer fuimos a la compra Paco y yo para toda la semana y luego fuimos a ver al padre de Eva. Ha adelgazado. Está mal.
Paco se acaba de ir no sé dónde. Yo voy a ver a mis padres luego.
Las infinitas ganas de cambiar se humedecen en un tazón de hierro muy ancho y penoso. Luego, nada cambia. Todo sigue por un camino ni de zarzas ni de verdura. Es un camino feo, regular, siempre hacia adelante, sin curvas, sin mayores aconteceres alrededor. Me levanto, desayuno, como, doy un paseo y ceno. Ese es el camino que se tiende delante de mí todos los días. Lo quiera o no lo quiera, siempre lo mismo, siempre lo mismo, como una película que se repite en sesión continua. No me duele pero me cansa, no me hace daño pero me deprime.
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