Para que todo fuera del todo arrabalero y literario, el tipo entraría en un supermercado y compraría unas sardinas y una sepia y se iría a casa a preparar la sepia y luego se enfundaría el chándal y se iría a correr por la ciudad ensayando golpes con los puños apretados tipo Rocky Balboa y haría flexiones en un parque ausente y triste como son los parques de las ciudades y los tipos así de ciudad pero desclasados y pobres y olvidados de la gente.
Pero no era el caso.
Este tipo era querido
le quería su madre que no falleció
le quería una novia que tenía los ojos verdes
y aunque no trabajaba por una dolencia mental
no le hacía falta levantarse a las cinco de la mañana para demostrar que
era fuerte
y la gente se le quedaba mirando
cuando daba esas potentes zancadas
de atleta de arrabal.
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