Que nos empape la lluvia de Dios, que nos empape. Para ser otros ya mojados hasta los huesos, mojados de paz y amor tranquilos. No busquemos ser más ricos que ayer, sino de emplear nuestro dinero para hoy, para dar todo el bienestar que podamos con lo que tenemos. No queramos ser otros. Queramos que la lluvia caiga para todos. Somos lo que somos gracias a nosotros mismos, de todos depende ser como somos. No busquemos una pata a nuestra personalidad con que nacimos. No seamos artificio ni fuego artificial que nos adule. Vayamos con los ojos cerrados a los nuestros y los nuestros son los ciudadanos que nos vemos por la calle. Oigamos las penas de los otros para que esos por fin se desahoguen. No es difícil escuchar el sonido de la lluvia contra el suelo. No es difícil escuchar al otro, por lo menos, escucharle.
La calle bulle de infelicidad.
Busquemos la manera de que la calle dibuje una sonrisa.
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