Mi sistema entérico, ese que va bordeando de neuronas mis vísceras, mis intestinos y mi estómago ha tenido hoy un alegrón. El sistema entérico está conectado con el sistema nervioso central por medio del sistema parasimpático, ese que libera hormonas y otras y otras sustancias para la relajación y el beneficio de todo el cuerpo. Y cuento cómo ha sido: he ido andando con mi hermano a Las Rozas ya de noche, con la fresca. A la entrada, hay un restaurante magnífico con sala para fumar. Nos han atendido con prontitud y amabilidad y hemos disfrutado de unas acedías y una pata de pulpo a la brasa. Paco se ha comido una raja de sandía y yo un descafeinado solo con hielo. Luego, me he fumado un Don Julián. Paco se ha estirado y ha hablado de bioquímica, del ciclo de Kreps, en términos aceptables y comprensibles. No podemos beber alcohol pero nos hemos sentido embriagados por las viandas engullidas.
En fin, hemos regresado andando y al llegar a casa he tenido la fortuna de presenciar la caída de agua propiciada por un tormenta. Ha durado solo cinco miserables minutos pero bueno, he visto llover. Dios sea loado. Llevaba muchísimo tiempo sin presenciar este fenómeno atmosférico y deseo presenciarlo más y más tiempo.
Que llueva no es una tontería ni una obsesión mía. Es una necesidad imperiosa en el tiempo en que estamos.
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