La
novela perfecta
Iba
a crear la novela perfecta: De eso estaba seguro. Aportaría a esta novela el
lirismo adecuado, la sencillez narrativa, el perfecto modelado de los
personajes y un gran tema: el de la desorientación del hombre en el mundo de
hoy. Se tomaría su tiempo. Consultó periódicos en la hemeroteca, estuvo
documentándose profundamente sobre el modo de vida actual, la violencia en el
modo de conducirse entre la gente, la individualidad como estilo de vida, la
anomia que se vive en las ciudades, la carencia infantil de modelos a los que
seguir, la corrupción en la política mundial, la soberbia, el consumismo, el
maquinismo. Todo lo estudió. Su cabeza logró ser un pandemónium de todos los
problemas que aquejan al mundo moderno.
Sufrió
una depresión severa al estudiar estos temas tan ácidos y asquerosos, pero ya
tenía en su haber el modo en que funcionaba el mundo. El dinero, el poder, el
materialismo, que él no había conocido más que en sus versiones más tristes,
los había documentado miles y miles de veces creándole un asco vital que quería
resolver escribiendo esa novela perfecta como una forma de liberación de todo
aquello que había contrastado en periódicos, informes, estudios sociológicos,
políticos, humanísticos y filosóficos. Se dio cuenta de que vivíamos en una
época en que la aniquilación física no existía amén de las guerras pero la aniquilación
moral y la dignidad estaban muertas hace mucho tiempo por el imperio de la
mentira y del poder malamente diseñado. La democracia, como bien muy apetecible
se estaba corrompiendo a marchas forzadas. Los sistemas políticos eran de
papel. Todo lo cívico y lo ciudadano se estaba rompiendo en mil añicos por la
degradación de los valores humanos. Pensó en escribir la historia de un pobre
trabajador que se queda en paro y pone una bomba en la sede del congreso.
Después de recuperarse de la depresión que le produjo enterarse de los miles de
gusanos que recorrían el cuerpo político y social del mundo en que vivía,
empezó así: "el barrio aparentemente tranquilo trabajaba; en las oficinas
se tramitaban papeles y un viento del sur agitaba las calles donde los obreros
hacían cola en el INEM. Había papelillo que rodaba por la calle e iba a pararse
en una ventana a ras del suelo de donde no se volvía a mover. A Julio le
acababan de despedir de su trabajo..."
Así
continuó una novela llena de rabia y odio, furia y ruido, marginación y
resentimiento.
Lo
entregó a las editoriales. Nadie quería saber de aquella historia de un loco en
paro.
Hasta
que la realidad le dio la razón. Un loco en paro puso una bomba en el Congreso
de los diputados. Murieron los principales líderes de las formaciones
políticas. Otra capa de oportunistas se sucedió a los fallecidos. Las cosas
siguieron igual. Nuestro hombre escribió otra historia, empezaba así:
"Yo
me crie en un pueblo, un pueblo muy pequeño, donde las cosas y las personas
eran cercanas y comprensibles..." Tampoco tuvo éxito pero anunció en ella
una revolución social cruenta como una guerra civil y sucedió en la realidad,
en un país que estaba en la órbita cultural de las democracias occidentales. La
gente le reputó de profeta. Le llamaban el escritor profeta y empezaron a
temerlo. ¿Qué escribiría ahora? Escribió sobre un magnicidio en una potencia
mundial de primer orden y se produjo más o menos como lo contaba en el libro.
¿Qué sería lo próximo? La gente ya pensaba en la III Guerra Mundial pero el
escritor se casó y tuvo un hijo y escribió una célebre novela sobre su
paternidad, de una expresividad sublime. Ser padre le había llevado a una
especie de mística con la humanidad. Parecía que el escritor profeta se
congraciaba con el mundo y no escribía ya más desastres. El escritor profeta
perdió a su mujer de un cáncer y su hijo creció. Entonces este hombre se retiró
a un monasterio budista y allí tomó conciencia del mundo de un modo particular:
vio su destino. Escribió la historia, en 7550 páginas, del fin del mundo. La
novela perfecta. Pero tardó mucho en cumplirse y se mofaron de él, aunque las
ventas se cuadriplicaron. Fue el nuevo Quijote o la nueva Biblia pues en el
libro yacía una sabiduría nueva, la de la Tierra sufriente, la del calor, la de
los desastres naturales, la que perdía especies para no volver jamás a tenerlas
en su seno, queriéndolas; la de la contaminación y la pobreza de la gente que
se arrastraba por un cubo de agua o un kilo de arroz. La del egoísmo humano.
Pero
sí ocurrió y escribo este documento desde la luna esperando que la Tierra
vuelva a ser habitable, así que pasen 2000 años, según cálculos de la
Administración Lunar de la Recuperación Terráquea.
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