jueves, 7 de febrero de 2019

Ayer estuve a Villalba y a comer cordero al puerto de los leones pero estuve triste todo el día y todavía no sé por qué. Recuerdo los paseos que dimos por ese pueblo por la mañana y después de comer: no me he sentido tan aburrido y melancólico en mucho tiempo. Fuimos Paco y yo al instituto donde di clases y me sentí ajeno a todo lo que me rodeaba. Paco no es muy hablador y casi todo el día estuvimos callados. Si hablamos algo, todo fue muy intranscendente, yo ni lo recuerdo. Hoy me he levantado un poco más animoso pero también siento como si mi vida no tuviera sentido alguno. Me disperso en el día haciendo nada, concluye el día con la idea de que no he hecho nada de provecho y lo paso mal. Mi ejercicio literario de escribir algo no tiene lugar. Vago por Majadahonda y mato horas contemplando a los que pasan. No se me ocurre nada, como decía Serrat y veo al vecino que también se rasca la cabeza. Leo la prensa pero no me importa una mierda las noticias, aparte de que veo que los socialistas de ahora siguen siendo los de siempre: una mafia que lo único que quiere es estar en el poder a toda costa. Veo la gente, veo las calles, veo el café que me bebo en un bar y pasa el tiempo. Solo eso veo.
A ver si llega la primavera, de la que febrero nos trae adelantos, y me pongo más activo y optimista porque lo veo todo gris y aburrido como una niebla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario