jueves, 25 de enero de 2018

Me doy cuenta de varias cosas al estudiar Psicobiología. La genética nos hace ser como somos. Es muy difícil predecir qué bases genéticas rigen nuestra conducta y qué consecuencias tendría el que algún día sí se sepa qué genes predicen nuestra conducta. Se podrían crear, por transgénesis, animales de una determinada característica conductual. Se podrían crear leones mansos, por ejemplo. O se podría actuar genéticamente sobre la conducta humana, haciéndonos del carácter que convenga a un poder determinado. Las fronteras éticas en este campo no sé cómo vendrían determinadas. Otra cosa que me llama mucho la atención es la teoría de la evolución. No sé si la naturaleza crea la función en el organismo o es el organismo el que cambia y luego es la naturaleza la que ejecuta la selección natural. De todos modos, todos los seres que habitamos la Tierra estamos emparentados. Por ejemplo, todos los cromosomas de todos los seres de la Tierra funcionan con tripletes de aminoácidos con el mismo código. Y luego, hay que ver cómo funciona nuestro sistema nervioso que controla hasta nuestras ganas de mear y el latido del corazón, pasando por todos los sentidos como el de la vista.
Aunque hubo un monje que dijo que en última instancia, es una superconciencia (la conciencia de Dios) la que hace que sintamos, que nuestro corazón lata como tenga que latir, etc, etc. Por eso, yo soy un poco renuente a pensar que somos víctimas de una evolución: hay más, hay una intervención que produce esa perfección que nos asombra tanto cuando pensamos en ella. Y si no, ¿qué es el ojo humano? ¿Puede crear el ser humano la insignificancia de una hormiga? Nunca la podrá crear y Dios sí lo hizo. No solo fue la evolución y un big bang. Fue algo más.

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