No encuentro la manera de sentarme para escribir una historia. La última que escribí trataba de una pareja que compraba un bar. No sé hasta qué punto esta última historia es buena pero se la he dado a leer a una amiga para que me diga lo que piensa de ella.
Yo, en el verano, pensé en escribir sobre uno de mi pueblo que se ha juntado con una boliviana. Lo ficcionaría de tal manera que se vería el carácter castellano agreste de los de mi pueblo y la dulzura de la chica sudamericana pero no creo que todo sea blanco y negro.
Y con esa gaita pensé que el de mi pueblo sería el narrador ficticio de la historia y empezaría con una infancia triste y pobre en el pueblo en los años cincuenta y cómo emigró ese hombre a Madrid y se hizo mecánico, etc.
La relación entre él y la sudamericana vendría mediatizado por el qué dirán. La gente del pueblo le daba consejos no pedidos y le desconcentraban y le ponían nervioso.
Pero triunfaría el amor entre ellos y vivirían felices sus días en el pueblo y terminarían siendo aceptados por el mismo.
Bueno, mañana martes el día será muy revuelto, con la ansiada lluvia que viene por fin.
Ojalá llueva mucho este otoño para quedarme en casa escribiendo y así.
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