En estos días de julio me ha atrapado el tedio y con el tedio, una angustia por todos los días iguales que vivo. He recurrido a una única pastilla que parece que me ha relajado la sensación de atonía y tristeza que me embargaba nada más levantarme de la cama sin un objetivo fijo. Pero lo que he hecho, además de recurrir a la farmacopea es obligarme a mí mismo a escribir aunque fuera malo lo que escribiera. Y así he salido un poco del hoyo.
La monotonía es mortal para todo el mundo. A mí me ayuda la lectura y la escritura que me aleja un poco de mí mismo, de mi alrededor que nunca cambia.
Ir a Madrid y dar un paseo y ver gente cómo va también me ayuda porque relativizo mi estado y cómo he llegado a él y no pienso en mi situación y pienso en la de otros pero con este calor, ¿quién quiere ir a Madrid?
El caso es que escribiendo vierto mis males y mis preocupaciones sobre algún personaje y me libero de mis manías y de mis ataduras como persona que anda en círculo, un círculo pobre y triste que no va más allá de un barrio de la ciudad. A lo mejor me voy de vacaciones pero en compañía pues yo solo no me atrevo. Quizás vayamos mi hermano y yo a Galicia, al fresco de las rías.
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