Hay gente que no da su brazo a torcer, que no asume su responsabilidad, que nunca se siente culpable de algo. No encontrará más que un desdén por parte de la gente que la rodea que no sabe ser orgullosa.
El desafecto es una terapia para aquellas personas que no asumen la verdad porque la revisten con su orgullo. Saben más que nadie, nunca cometen errores, se hacen la víctimas de todo. La receta es clara: desafecto, tibio querer, no ofrecerles cariño que no merecen.
La gente así se escuda en mentiras y artificios retóricos para no asumir la verdad. La verdad es que ellos son culpable de algo que no se atreven a hacer frente y declarar abiertamente. Pues bien: caiga la indiferencia sobre ellos hasta que no se den cuenta de que han fallado, de que lo han hecho mal. Ni una palabra bonita, ni un piropo, ni nada que encima les haga pensar que se les aprecia. Porque no se puede apreciar a un mentiroso con orgullo, a uno que le falta la humildad de decir la verdad. A mí me gusta la verdad más que las personas que la dicen. Los mentirosos me asquean. Los orgullosos me repelen y los orgullosos mentirosos me dan una especie de pena y asco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario