Me ocurre todas las mañanas: ante el miedo de escribir una tontería prefiero no escribir nada y dejarlo para después de comer que ya parece que es la hora de escribir con más eficacia. Pero hoy, sin saber muy bien lo que hacía, me he puesto a escribir una escena de mi pueblo. No me ha salido ni bien ni mal pero he conseguido vencer ese miedo: es como el miedo escénico o algo así. En esos momentos de la mañana yo no tengo muchas ideas en la cabeza y las que tengo me parecen desaboridas como un bocadillo de nada.
Y sin embargo hoy me he lanzado a escribir y he matado un poco el tiempo, siempre se trata de matar el tiempo, sin acierto o con él, pero matarlo en un rincón oscuro y tenebroso de nuestras vidas como puede ser una habitación con ordenador.
Y no vale para nada lo que he escrito pues según ha salido de mi mente ha muerto en la página como si no hubiera querido salir. Ni tiene una conclusión ni, aparentemente, un inicio plausible. Sin embargo, he escrito algo por la mañana, cosa que antes era impensable de lo embotado que estaba yo ante la página en blanco.