Ayer estuve en el pueblo. En el pueblo, desde la plaza, si miras al horizonte, ves campo, naturaleza. Eso es lo que quería yo ver hacía mucho tiempo, una muestra de campos ensemillados, tendidos en una loma, luchando por dar fruto. Estuve largo rato en el cementerio pero no vi a Diego, el amigo que me saludó un día como el de ayer hace un año. No vi más que personas conocidas pero mayores. Luego me recree en la plaza, me fumé unos cuantos cigarrillos en el escenario de mi más antigua infancia, miré los campos otra vez, miré el terreno fértil que da tranquilidad a los ojos con su lejanía. Vi el mundo antiguo de mi juventud. Y luego comí cochinillo. Nada más segoviano. Nada más exultante para la vista que la plaza y nada más exultante para el estómago que el cochinillo.
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