Mi casa ya estaba completamente sábado: un periódico del día reposando en el sillón. Los cubiertos preparados para darnos el festín de cada día. Los cielos nublados del invierno y las mantas atravesadas en la cama. La noche de ayer dijo que hoy sería sábado y yo sigo sintiendo el sábado en mi costado derecho, en mis piernas que pasean por el pasillo, que pasean pasadas las doce del reloj. Leo un poco y otro poco escribo, como hizo Quevedo toda su extraña vida. Ya llegando la noche no sé qué pasará. A la calle no salgo no sea que me detengan por ocioso y banal. El sábado se instala en los muebles y en un techo y en un sillón y en mi pena sin quitar. Sábado que triunfa en casa malo es de echar. Película, manta y café después de almorzar.
El sábado es ese día que impone
gastar el jornal.