jueves, 17 de octubre de 2024

Aquí esperando en una sala a que traigan a Carlos de la operación de los ojos. Le han puesto de paciente. Unos patucos, una tela para el pelo y una bata. En fin. Hemos llegado a las 4 y son las 6. Me aburro. Por eso escribo esto pero creo que ya tarda poco en salir y largarnos.  Esto de hacer favores a los amigos no mola mucho pero a lo mejor soy yo otro día el que lo necesita. ¿ Y quién se ofrecerá a ayudarme.

 Los sistemas sensoriales o sentidos están como incrustados en el cerebro. Ojos, boca y nariz van derechos al cerebro cuando algo les excita. El tacto, sin embargo, se distribuye por las manos principalmente. La Transducción se llama a que uno de esos sentidos lleve información al cerebro de eso que ha sentido. El gusto, evolutivamente, nos ha protegido de morir envenenados al tener las plantas venenosas un sabor peculiar. La vista nos protege de no chocar con un camión o con una baldosa levantada, de esas que hay tantas y el ayuntamiento no arregla. Y los oídos nos resguardan de algún accidente al ser los sonidos asociados con peligros. Por ejemplo, el pitido de un coche.

Cuando te quedas sin sentidos, te quedas muerto.

No te quedes sin sentidos.

 Un señor va a operarse de cataratas al hospital. En el hospital le han dicho que traiga acompañante. En vez de pedírselo a su hija, se lo pide a sus amigos. Un amigo cae en la trampa y dice que sí le acompaña. Quedan a las 3:30 para coger el autobús. No tengo para el autobús, dice el operando. Bueno, yo te paso el bono, dice el amigo. Le operan, siempre acompañado de ese amigo. Al salir del recinto de la operación, el operado dice: tengo hambre. Y el acompañante le compra un zumo y un bollo. Qué solo y triste estoy, dice el operado, pero ya podré ver la tele y leer novelas. Qué bien, dice el amigo. El operado se baja del autobús en su parada y el amigo sigue su camino. No hace un favor más a este tipo. Que lo haga su hija.

Favores a los amigos,

ni pagados ni agradecidos.

 Si fumas en ayunas se te llena el cuerpo, la sangre, de glóbulos rojos. Eso es lo que me dijo un taxista cualquier día a cualquier hora de la mañana. Y yo digo: si voy lleno de glóbulos rojos, como van a dar los médicos con los otros glóbulos y cosas que hay en la sangre. Y un médico me dijo: como reposa la sangre, los glóbulos rojos, que son más pesados, caen abajo y ya se puede analizar la sangre. Y ya me quedé tranquilo. es que no hay como la respuesta de un profesional. Es como me dijo un alumno un día: "hoy" es un adverbio de tiempo que no vale para mañana. Es que el día de hoy tampoco vale para el de mañana. Eso se llama un deíctico. Los deícticos señalan cosas de la vida cambiantes como "así", que unas veces será de una forma y otras veces, de otra; "yo", "eso", "aquí": son palabras que remiten a una realidad cambiante, para señalar cosas cambiantes de la vida.

Las historias comienzan con sol y piedras

para avanzar en los días, para ser otras piezas que se funden con la tierra.

 Lejos de las rocas, lejos de la monotonía, lejos de ti. Así voy yo por la calle, muy perdido, muy aseado pero muy perdido. Ya no sé cuál es este mundo que hay ahora. Me rodean chicos y chicas valientes que tienen hijos y van al bar. Como de lo mío, no tengo que pedir nada a nadie, por suerte. La vida es un desespero de la leche que se derramó. Los años han pasado y pasan. Un bucle infinito va dando vueltas y más vueltas a las horas, a la pena, a la migraña existencial. Los sueños de mediodía atacan a mi ser sin tregua, con la pasión de los animales feroces, con la fuerza de un caballo huido, con el tesón de un día malo que vivimos todos.

La semana emerge y acaba siempre, un sucederse.

Y nosotros en medio, atravesados por el cuchillo del tiempo.

 Me duele la vida por un costado y un ojo. El costado por lo que sufro y el ojo por lo que veo. Se ha llegado el fin de mi historia, ahora empieza la historia de otros. Otros, que, como yo, no ven el fondo de su existencia, ven un presente continuo, alegre quizás, sostenido en el tiempo. Parece como si algo me dijera: apártate. Y yo me aparto y un tropel de gentes entra por una puerta infinita. Las canciones dicen sobre el amor y otras cosas que tiene el mundo expuestas para ser amadas. Los caballos de la vida se cansan, olvidan su fuerza, caen derramados, exhaustos sobre la dura tierra. Está todo nublado, oscuro, vedado para el placer de vivir.

El árbol era un avance del viento, una verde sintonía de Dios.

Llovía. El árbol fue mi guarida, mi fe y mi salvación.

Esta mañana, tengo analítica. Me he levantado a las 10:30, me he duchado. Y me he puesto a escribir. La vida va que rula, que cansa, que gira y que mortifica. La vida es una adición azucarada de horas que matar. Fumo otro cigarrillo. Abro la ventana del escritorio. Entra algo de fresco. Parece que Venus transita por mi signo. Parece que poco a poco se llegan las 12:00. La analítica me la hacen a las 12:50. Vaya horas. Luego como algo en el hospital y vengo a casa. Y más tarde, a las 15:30, otra vez al hospital, a acompañar a un amigo que se opera de cataratas. Y luego ya, merendaré pan con tristeza, merendaré queso y sombras.

Toda la materia del mundo

se resume en una tarde.