miércoles, 22 de enero de 2025

 No me concentro en nada que no sea lo que ha pasado esta mañana. Suele pasar que te encuentres sorprendido por unas escenas en las que no puedes hacer nada y solo queda esperar. Pero luego yo creo que no es muy grave la cosa. Sin embargo, no tengo en la mente más que esas escenas con mi padre sangrando por la nariz. Todo ha sido muy confuso hasta que he apretado el botón rojo de teleasistencia. Me han llamado unas tres veces para decirme que vendrían pero han pasado dos horas. Hasta las doce no ha venido la médica. Es cosa de subir una pastilla. Ya ves.

Esperar y esperar cansa.

Cuando llega la ayuda se alivia un poco el corazón.

Hoy mi padre se ha levantado echando sangre por las narices. Me llaman a las 10:15 y voy para su casa. Ha venido mi hermano y mi hermana. A eso de las 12:00, ha venido una enfermera o médica y yo me he ido pues tenía cita con el médico, de supervisión. La vida te da sorpresas a veces que no esperas, como es el caso. Yo ya me ponía nervioso porque el médico no venía. Al cabo es una pastilla que le van a subir a mi padre, una pastilla de la tensión arterial. Le han dicho que no haga esfuerzos y repose. Mi hermana se ocupará de prepararle algo para comer. Yo pronto me voy para salud mental, a ver qué me dicen.

Un anciano está lleno de males.

Pero hoy en día se cuenta con asistencia.

martes, 21 de enero de 2025

 La vida, a veces parece inmóvil. Van pasando los días y nosotros también pasamos con los días sin cambiar un ápice nuestros contornos de personas. Es un mes el que pasa e incluso un año y los sentimientos que viven en nosotros no solo permanecen sino que perviven de los días iguales. Es así. No podemos pedir peras al olmo, no podemos pedir aventuras. Decía Buda que el hombre se busca problemas cuando desea cosas. El deseo se mata en este sitio tan feo que es el mundo. Los coches nos arrinconan en las aceras donde vivimos un poco. Luego, vivimos con los nuestros y, a veces, vivimos un poco nosotros solos, enmarañando alguna idea de evasión. Quizás viendo una película nos animamos a ser algo nuevo pero acaba la película y somos los mismos de siempre.

El lunes llega y pasa.

Y así siempre.

Las abrumadoras gentes que había antes a tu alrededor han desaparecido. Solo tres o cuatro amigos ves de vez en cuando. Todo gira en torno a la familia que has formado. Y no está mal del todo. Por las mañanas sales como un lobo a ganar dinero. Es todo lo que sabes. Al regreso ves un película que te informa de lo malas que son algunas personas. No lees nada, eso no forma parte de tus gustos. Y al día siguiente la misma canción te atrapará en un oscuro mandamiento para que no pienses. Y andarás de arriba abajo otro día poniendo baldosas, instalando retretes o haciendo portes. Todo por la familia, ese núcleo de personas que comen todos los días, duermen juntos y sueñan juntos también.

No saldrías a la calle.

No saldrías a la calle si no fuera por esos que habitan donde tú habitas.


 Llueve y deja. En casa no hace excesivo frío. La luna no se pudo ver ayer por el estado nuboso del cielo. El hombre del tiempo se vanagloria porque, por una vez, ha acertado. Yo escribo estos renglones para que se pase el tiempo. Tengo tiempo para dar y tomar y el tiempo se ríe de mí dándome más horas feas. Podría coger un autobús e irme a Torrelodones y allá, en Torrelodones, andar de allá para acá sintiéndome alejado por un rato de las murallas que cercan mi casa, de las altas torres que delimitan el piso donde vivo. Sería cuestión de subirme a ese autobús. Simplemente. Decisivamente.

Las montañas están lejos.

Las montañas adquieren la forma de un animal antiguo, muy antiguo.





El cielo ya dormido acaba su función de vasta obra. Dormían su fe pequeña los gorriones por el parque. Y las gotas de lluvia mojaban cristales y almas viejas. Por el horizonte gris, la mañana se repartía en lotes de tristeza. Y yo, buscando una aguja en la cocina, encontré rebaños de papeles viejos que comí con hambre. Con hambre de algún asceta que rezaba por las noches rezos blandos. La ilusión de vivir se había apagado de frente a un ciprés que alzaba su verdor a las alturas. Yo, andando de cara a la lluvia, hice camino con la esperanza de volver a meditar sobre las sombras. Y eso es todo. La luz se ha alejado estos días a regiones del sur, a lugares imprevistos donde los dioses bajan del cielo sin ser vistos.

No mires los días como tiempo que pasa.

Mira los días conocidos y amables.

lunes, 20 de enero de 2025

 Ahora me sentaría estupendamente un ron coca, pero no puedo beber. Me acabo de comer unos frutos secos y me gustaría eso, beber algo de alcohol, pero no puedo, no lo haré. Por las calles de Madrid, ahora mismo, pasea un ejército de gentes cuya naturaleza es insondable. En Neptuno no anda gente como la que anda en Príncipe Pío. Y en Chueca no anda la gente que anda por Plaza de España. Madrid es así de diverso y pluri lo que sea. Madrid es pluri desde hace un montón de años. Cuando voy a Madrid, no hago más que ver y fijarme en la gente, en esa masa diversa y pugnante que anda, como y bebe en todos los sitios. Unos son gordos y van trajeados; otros, delgados y con el pelo largo. ¿Tienen champú? ¿Para cabellos secos o grasos? ¿No tienen para cabellos sucios? Y así todo.

Madrid: esa colmena, ese hormiguero, esa osera.

Qué infinito es Madrid.