lunes, 13 de octubre de 2025

 Se trata de lo siguiente: tomar un café bien calentito mientras ves  a la gente cómo va. No perder tiempo con ningún tonto de estos que abundan por la ciudad. Ver la telenovela turca en la que salen hombres muy guapos. Leer un libro que te haga imaginar mundos que ni se te pasaban por la cabeza. Andar unos kilómetros por el hecho de andar y hacer ejercicio. Regalar a tu pareja una hora o dos de intimidad y pasarlo bien. Comer con apetito y dar gracias a Dios por nuestro pan de cada día. No lamentarse y ver que tu vida esta llena de cosas buenas si las sabes ver. No quejarte internamente de lo que no tienes pues probablemente, ya no lo tendrás. Así que la vida que vives te conduzca a la vida buena, no a desear otra vida que no existirá.

 El que acepte en la vida lo que hay y se conforme, ese es un héroe de la vida contemporánea. El que tenga una sonrisa que dar a los demás, ese es el supermán de estas épocas baldías de toda la tranquilidad y de toda satisfacción. Nos acosan con anuncios. Tenemos que estar delgados, tenemos que viajar, tenemos que probar esta comida en tal sitio, tenemos que estar contentos a todas horas, tenemos que comernos un kit kat, etcétera, etcétera. La gente va como por impulsos, como traída y llevada por estímulos cada vez más raros de cumplir. Y si no reaccionas a esos latigazos, tu vida no merece ser vivida, te hacen pensar. Pero para eso está la razón: para que disfrutes del desayuno que más te guste y disfrutes de las cosas cotidianas, no artificiales, que trae el día para ti.

Ya he dicho aquí que los psiquiatras, mediante las pastillas, nos tienen a los enfermos mentales a raya, de forma que estamos ni alegres ni tristes sino con una pasión mitigada. Por eso quizás mi tono en este blog es oscuro, tristón, de un perfil muy bajo en cuanto  a las emociones. En este día nublado se puede conquistar el mundo tuyo si pones un poco de atención en todo lo que tienes. Vivimos bien. Comemos bastante bien, hay muchos productos buenos en el mercado para hacernos felices. Por ejemplo, un melón y unas lonchas de jamón. Con la televisión podemos pasar gratos momentos de huida de la realidad y con los libros, también. No debemos quejarnos porque, a nuestra manera, somos ricos. Más ricos de lo que nos imaginamos. Celebremos el lunes y mañana martes también. Hay que sentirse a gusto con la vida. La vida está llena de paraísos terrenales por descubrir.





 Un torero que se corta la coleta, un taxista que hubiera preferido ser rico, una ama de casa que va a la cocina, un dolor que no se expresa, un abogado que hubiera preferido ser poeta, un poeta en la ciudad mesetaria al que le hubiera gustado ser marinero, un cantante que querría ser pirata con un parche en el ojo, una pasión que hay que apaciguar todos los días, un padre que se asombra de sus hijos y que no sabía que ser padre es ser padre. Una chica joven que se vende en las redes sociales como única dedicación, un camionero que llora cuando está muy lejos, la vecina de enfrente que hoy tiene que hacer comida, el cura que ya no cree y no lo dice. Somos todos un deseo que no se cumple en este mundo feo. Somos todos lo que no quisimos ser y lo somos. Somos pasión, querencia refrenada por el día a día.

 No muchos escritores viven de lo escrito. Solo unos pocos son los elegidos por las masas que los leen. Los demás también escribimos pero no tenemos repercusión pública. Es como lo del Real Madrid: solo un puñado de jugadores puede aspirar a jugar en ese club de fútbol tan elitista. Pero si me leen en este blog, ya me doy por contento. Una vez dicho esto, me paro a contemplar el día gris pero sin lluvia, la mañana escurridiza de pasión alguna y los pasos por casa, todos muy medidos y sin sorpresa alguna. Y luego pienso: debo estar agradecido por lo que tengo, no debo llorar por lo que no tengo. Y escribo aquí unas letras sometidas a la razón, unas letras que transitan el conformismo más hondo. Y me doy la razón a mí mismo.

domingo, 12 de octubre de 2025

Un señor dibujaba comics, luchaba con la viñeta siguiente. A veces la viñeta siguiente no acudía a su mente y lo pasaba mal, se quedaba atorado en mitad de la historia. Pero casi siempre salía triunfante porque se daba un paseo por la ciudad y le venía la continuación al ver a una señora que decía tal cosa u oía en la cafetería, mientras se tomaba un café, una historia que le valía para rellenar su cómic de la siguiente viñeta. Pero llegó un día en que la gente solo hablaba de papeles, de política, de asuntos administrativos y de otros asuntos que no creaban una historia. Y el hombre se quedó sin historia que contar, se quedó agarrado a la brocha, se quedó solo frente a su cómic. Y no fue capaz de seguir el cuento porque la gente ya no tenía cuento, solo tenía problemas político burocráticos.

 Yo, a los 14 años, lo tenía claro: yo quería ser escritor. Pero me ponía a escribir y solo me salían descripciones. La descripción es contar cómo es una persona, un lugar, un ambiente determinado. No me salía una historia. Mis referentes eran, en aquella época, Delibes y Cela. Compraba libros y leía. Pasaba muchos ratos con los libros. Recuerdo que me compré "La guerra de los botones" y también "Memorias de un niño de derechas". Yo no leía los clásicos juveniles como "Los tres mosqueteros" o "Viaje a la luna" sino lecturas demasiado literarias en las que primaba el estilo sobre la historia. Y creo que por eso no me salía ninguna historia, solo descripciones de gente de mi pueblo o de lugares que me inventaba. En mis creaciones literarias, no pasaba nada. Solo salían personajes retratados o situaciones, nunca había acción propiamente dicha.